Es curioso leer en la misa de este domingo 17, en la antífona de entrada: “El Señor ha liberado a su pueblo; anúncienlo, que se oiga. Que llegue a todos los rincones de la tierra…” Y es curioso porque justo es la víspera del fin del confinamiento. Gobierno y Empresas en Sonora acordaron la vuelta a las actividades -aunque poco a poco- a partir de este lunes 18 de mayo. El Gobierno Federal ha hecho público un Plan de Reapertura para volver a la llamada “nueva normalidad”.

 

Podríamos llegar a creer, confundidos en esta inercia de ya dos meses, que las cosas de los hombres (el trabajo y los negocios) son cosas de los hombres y que Dios es sólo para los domingos en misa. Pero qué claro se ve que somos pueblo de su propiedad y que está con todos y cada uno de nosotros dondequiera que vayamos. Insisto, qué curioso es encontrar en las lecturas de la misa, un anuncio sintónico con lo que ahora viene en nuestra vida ciudadana.

 

Durante toda esta pandemia se ha desatado un torrente de información, datos, comentarios y demás que se han convertido sin notarlo en lanzaderas, dimes, diretes, acusaciones y demás. Hemos armado un enorme ruido que nos ha confundido y de pronto nos encontramos perdidos entre los laberintos y encrucijadas que nosotros mismos hemos construido.

 

En ese ruido, hemos llegado a creer que esto es cosa sólo de los hombres y que sólo a ellos (nosotros) toca resolverlo. Equivocados hemos estado.

 

Yo creo, y profundamente creo. Cuando Jesús nos enseñó esa oración tan sencilla y tan honda, nos estaba develando también una profunda verdad, el cómo funciona la Creación. Podemos hacer que la tierra se asemeje al Cielo. Al volver de esta pandemia a esa “nueva normalidad”, podremos seguir en el infierno que hemos construido o volver a esa tierra prometida que se asemeja al Cielo. Todo esto depende de lo que creamos.

 

Es tan importante el conjunto de creencias que conforman nuestro centro, nuestra constelación de pensamientos, nuestra fe, pues de eso dependen nuestras conductas y de ellas nuestros frutos. Cada uno, todos, es el arquitecto de su propio destino. Si creemos que la promesa está viva y nos brinda un futuro feliz, fructífero y bueno, así serán nuestros resultados, pues nuestras creencias son un faro para nuestros desempeños. ¿En qué creemos? ¿A dónde llegaremos? Y esto es tan cierto, incluso, cuando nos encontramos en un callejón aparentemente sin salida, en un lugar inhóspito y amenazante, en el fondo de unas aguas profundas y turbulentas. Nuestra habitual miopía -y dubitación continua- no nos permite ver que Dios ha permitido que nos metamos en esas honduras porque nuestros enemigos no saben nadar y así, esa situación de la que tantas veces nos quejamos, es verdaderamente la que nos salva y rescata. Podemos verlo, de una vez y para siempre.

 

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León Mayoral

Publicitario miembro de ASPAC

Por un México bueno, culto, rico y justo.

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